Editorial,  FGDRC,  INSURRECCIÓN

EL GASTO CORRIENTE AUMENTA LA DESACELERACIÓN ECONÓMICA

Chavela Villamil

Los fenómenos macroeconómicos globales impactan los mercados a nivel mundial, afectando con más fuerza las economías que son dependientes del capital extranjero y que tienen un gran margen de importación, los que les incrementa sus déficits fiscales y el costo de vida.

El más reciente informe del Banco Mundial (BM) ratifica la desaceleración económica que ha proyectado a nivel global y en especial en América Latina y el Caribe; este año la economía de América Latina y el Caribe crecerá en promedio 1,95 por ciento, la economía colombiana se encuentra por debajo de la media y su crecimiento será inferior al 1,3 por ciento [1]. Desde luego este decrecimiento en la productividad y el desarrollo tiene impacto sobre el costo de vida, aunado al alto índice de desempleo y proliferación del empleo informal, y la inflación que cede muy lentamente, nos deja en un alto riesgo de caer en un periodo de estanflación.

Nuestra economía continúa estancada y desacelerándose

Desde el año anterior nuestra economía se ha venido desacelerando y sus oscilaciones han estado por debajo de las proyecciones del Banco de la República, que considera que este año el crecimiento económico no será superior al 0,9 por ciento. Recientemente el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) dio a conocer el Producto Interno Bruto (PIB) que no solo decreció, sino que el indicador arrojo un índice negativo de menos 0,3 por ciento [1], lo que hace evidente el estancamiento de nuestra economía y desequilibra la balanza de pagos, incrementando aún más el déficit fiscal y la Cuenta Corriente –Deuda Externa (DE)–.

La desaceleración negativa del PIB está jalonada principalmente por los sectores de la construcción con menos 8,0 por ciento, la industria manufacturera con menos 6,2 por ciento, el comercio con menos 3,5 por ciento, comunicaciones e información con menos 1,2 por ciento y, los servicios profesionales y técnicos con menos 0,8 por ciento.

La acentuación de la deceleración económica está marcada por el alto índice de inflación (10,48 por ciento) y el bajo poder adquisitivo per cápita, que han exacerbado la caída abrupta de la demanda que se venía presentando desde la pandemia. En términos macroeconómicos Colombia elevó su desaceleración económica llevando su economía a un periodo de estancamiento, además, la política monetaria y financiera aplicada por el Ministerio de Hacienda y el Banco de la República que insiste en sostener tasas de interés y usura elevadas, se convierte en una política contraccionista que fractura aún más la economía familiar.

No es conveniente continuar incrementando el gasto corriente

La política económica y financiera del Gobierno de Petro se ha concentrado en incrementar el gasto corriente (burocracia, guerra, pago de intereses de DE) para ampliar la cobertura de algunos programas de subsidios e incrementar estamentos estatales, como es el caso del Ministerio de la Igualdad; pero lo hace de manera aislada o sin tener en cuenta el momento financiero que atraviesa el país, en otras palabras, aumenta considerablemente los pasivos en un momento en que los activos decrecen hasta llegar a indicadores negativos.

La política de glosa de pasivos [2] incrementa el déficit fiscal y pone en saldos rojos la regla fiscal de mediano plano y sobre incrementa la cuenta corriente, que en el segundo trimestre llegó a 190.429 millones de dólares, lo que equivale al 57,3 por ciento del PIB, además el próximo año se destinará el 20,41 por ciento del presupuesto general al pago de este pasivo, que desde luego solo permite solventar el pago de intereses, pero la deuda de capital se mantiene intacta y con tendencia al incremento.

La desaceleración negativa del PIB y el estancamiento de nuestra economía, prácticamente obliga al gobierno a disminuir el gasto corriente a la vez que decreta un periodo de austeridad; desde luego esta o cualquier política económica tendiente a subsanar la crisis económica implica a nivel interno congelar el presupuesto destinado a la DE, y a nivel internacional nos obliga a negociar la refinanciación de este pasivo que asfixia el PIB y pone en colapso nuestra economía y sostenibilidad financiera.

Salir de la Recesión Técnica y reactivar nuestra economía implica una política que genere nuevas plazas laborales y a su vez formalice el subempleo, además de una política económica integral que repotencie la industria y la agroindustria para suplir el mercado interno.

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