FGDRC,  SEMBLANZAS

COMANDANTE SAMUEL

EL HOMBRE DE LOS MIL NOMBRES

 

Por: Alberta Cecilia Tibursia

 

“Tu vida, tu epopeya, es el ejemplo más puro en que fijare mi mirada para continuar mi lucha.”

Tus grandes sueños los supeditaste siempre a la disposición de entregar generosamente la vida. Nada para ti era imposible, y lo imposible eras capaz de hacerlo posible.

Es difícil resumir una historia de vida como la tuya, pero si así tocara hacerlo, es obligatorio decir que fue una completa entrega a la lucha por la justicia y la dignidad del pueblo.

Fuiste un rebelde con actitud humana, que lo demostraste en cada paso que diste por este universo, en cada rol asumido en la sociedad, como líder, como padre, como esposo, tío, hermano, compañero y amigo.

Eras de la Cartagena de Pedro Romero y sus lanceros del Getsemaní, de BENKOS y su rebelión palenquera, de Grau y sus «mariamulatas». De ese pueblo popular y oprimido que a pesar de su miseria disfrutabas y te sentías orgulloso de pertenecer.

Entre calles y esquinas creciste, envuelto en el encanto, los rincones y lugares misteriosos de esa hermosa ciudad añejada por la historia que tanto admirabas.

Es posible que en sus calles empedradas se encuentren aún tus huellas y rastros que nos acerquen a ti.

Nos dejas en esta ciudad embrujada, encantada, llena de veleros fantasmales, de murallas y bóvedas envejecidas por los siglos; tus risas, tus primeros pasos como líder estudiantil, tus gritos, tus primeros amores a escondidas y la decisión de dejar esta selva de cemento para seguir tus ideales.

Esta ciudad polvorienta, marcada por la desigualdad te vio crecer como un líder innato. La brisa, sus ruidos ocultos de piratas, los gritos de dolor de mujeres incineradas por la inquisición.

Los mangos maduros caídos de los árboles. La alegría con coco y anís. El olor a coco rancio, a salitre y la figura sonámbula de sierva María andando con su cabello largo por las callejuelas de balcones floridos. Este universo de la heróica influenciaron en la formación de tu carácter, principios, ideales y personalidad arrolladora.

Un día decidiste que las montañas cobijarían tus sueños y anhelos, eligiendo caminar entre ríos y cordilleras, ser testigo de esa inmensa naturaleza que para muchos está ahí plasmada como un dibujo; pero para ti, esta naturaleza siente y vive igual que todos los rebeldes del mundo, también anhela la libertad del pueblo que la habita. La naturaleza como parte fundamental de todo proceso, los sonidos de la vida, animales y selva, te llamaban la atención.

Muchas veces te oí decir «que eran un canto para el alma».

En la serranía de San Lucas siguieron tus pasos de rebelde, siempre en crecimiento, ahí entre el Río Porce y el Nechí aprendiste a disparar esperanzas y tejer caminos libertarios. Con el tiempo todo el sur de Bolívar hablaba de Samuelito, resaltaba tu acento y espíritu costeño en una gran interacción con las comunidades. Y como no, sí aprendiste de uno de los más grande de este territorio: «El Viejón», quien sentía palpitar la serranía como una totalidad: geografía, naturaleza, gente y cultura… gustos, folclor y tradiciones.

El Paraíso, Pozo azul, Santa Rosa, Mico Ahumado, Cocotiquisio fueron testigos de tus primeros pasos como guerrillero, luego de tus dotes de constructor y tejedor de afectos. Aquí también forjaste grandes amistades, que podríamos nombrar con cada letra del abecedario y que sin saberlo formarían parte de este largo camino que comenzabas a recorrer.

 

Samuelito un hombre pequeño de estatura, pero grande de corazón, siguió recorriendo lo más profundo de nuestra selva colombiana, dejando a su paso historias y huellas imborrables. No hay lugar donde no hable de él, del CUMPAAAA… o del Champa. Su amor a la lucha, a la familia y a los campesinos lo hacían especial. Siempre en la brega por ayudar en lo que más pudiera, para darle a la gente lo que merecía.

Mientras los años transcurría Samuelito iba cambiando de nombre, pero su amor al pueblo y a sus ideales seguían intacto, su corazón crecía en humanismo y amor incondicional a su organización.

 

Cruzó ríos y montañas y con su metralla de sueños organizó gentes y comunidades para que se empoderan de su territorio. Podemos mencionar sitios y lugares, regiones y caseríos, recogiendo dolores y necesidades, aprendiendo de ellos el amor por sus raíces y orígenes.

Con el transcurrir del tiempo te hiciste más sensible a las injusticias y más sabio, asunto de experiencia. Caminaste los paisajes del Nororiente, donde también tu bandera de lucha se expandió al igual que tu amor y tus afectos por todos, y en tu andar sin miedos te acompañaron compañeras y compañeros que te llevan en el alma y continuarán tejiendo contigo mochilas de sueños y esperanzas.

Atravesaste el país y te adentraste en la profundidad de la selva nariñense, fuiste descubriendo ese territorio mágico, encantador, lleno de historia, cultura y luchas. De frente con la vida, aprendiste a diferenciar los caracteres regionales y las maravillas que guardan las riquezas culturales. Te enamoraste de la inocencia y la capacidad de los indígenas, de esos rostros cobrizos de hombres y mujeres que esconden la verdadera historia, para que nadie la robe.

También ahí encontraste compañeras y compañeros que nunca dudaron nunca andar contigo y se contagiaron de esa energía positiva que en tu aureola se construía.

A los afros los admirabas por su forma de trabajar y de resistir, sus miradas te transmitían los recuerdos de aquellos tiempos de la esclavitud; te daba susto caminar junto a ellos, por sus pasos gigantes como su estatura; y tu con tu pequeña estatura, seguiste creciendo en la medida que ayudaste a reconstruir la fuerza y la esperanza.

Te convertías en minero o en pilador de arroz. Todos los que andaban contigo se contagiaban de tus cuentos, como sacados de una historieta, fantaseabas con cada personaje que te inventabas hasta llegar al corazón de una persona.

Los retos en la lucha son cambiantes, así como las misiones que la Organización, nuestro ELN nos encomienda. Nuevamente regresaste a la San Lucas. organizaste un colectivo al que llamaste Lino Mercedes Ballesta Chacón (El Viejón).

Resaltando que era importante conocer nuestros orígenes, la historia, nuestras raíces y el territorio, para poder amarlo y defenderlo. Recuerdo que fueron muchos meses de preparación física, mental e ideológica en aquel lugar mágico que le dimos de nombre “playas blancas”. Ahí, justo en ese lugar, comenzó tu regreso a ese territorio donde tenías tantos recuerdos.

Recuerdos de amor y de lucha, de dolores y alegrías, de compañeros ausentes y de los que nos esperaban para seguir el camino, pues estaban en él y allá llegaste junto con otros y otras a volver a caminar por los recodos de caños y montañas, esos que guardan tantos secretos de nuestra lucha guerrillera.

Fue también el recuentro con grandes compañeros de toda una vida, con quienes había que seguir los planes y proyectos, además te encontraste con jóvenes dispuestos a luchar que se sumaron con disposición y voluntad a ese esfuerzo colectivo y así entre caminos, campamentos y privaciones, sonreías en cada reencuentro con tu pasado.

Pero en esta lucha el peligro y la muerte asecha. Vistes morir grandes compañeros, unas veces en desigual combate y en otras reeditando viejos errores, pero igual que a tí nos dolieron todos.

Sus nombres siempre los tenías a flor de piel y nos recordabas lo valioso de su lucha y de su entrega.

La fuerza de tu amor por la lucha y nuestro ELN, retaba los obstáculos y así continuó este viaje con altos y bajos, con dolores, sonrisas y esperanzas. Te vi llorar de tristeza ante la impotencia o enojarte por frustraciones; pero también sonreír y gritar de alegría por los avances. Nunca dabas un paso atrás.

El sol salía, no todos los días, pero Salía. Y nos mostraba que era posible, que lo íbamos a lograr; de igual manera, cuando algo se hacía imposible te animabas por continuar. Cuando todo se nublaba y había más interrogantes que certezas, tenías fe; vibrabas con lo que creías y sentías. Vivías creyendo que el futuro es posible; como buen revolucionario no te vimos dudar de tus ideales, de tu vida y de todo lo vivido en el ELN.

 

Admirabas y respetabas tus superiores. Te sentías muy identificado con cada uno de ellos y siempre solías decirnos que eras orgánico y que por encima de todo estaba la organización y la comandancia. Eso mostraba tu disciplina y disposición para con el ELN.

Luego vino lo inesperado, el jueves 26 de julio un disparo cobarde silencio tu voz, detuvo tus pasos y nos separó de ti físicamente.

Eres un héroe de esos que no tienen rostro, pero que a su paso dejan mil huellas y mil sonrisas, al igual que tus mil nombres, que al final se sintetizaban en el Samuelito  que nos demostró que nuestra consigna es una realidad.

 

Tu historia está a la altura de los grandes, así queremos despedirte y recodarte siempre: exaltando tus virtudes, que a la vez son el mejor ejemplo y legado que nos has dejado.

Tu carácter subversivo enseñando a luchar con rebeldía. Tus palabras sabias y serenas, que en estos tiempos de desolación y desesperanza, son el bálsamo sagrado que reconforta nuestro espíritu.

Y tu arma más poderosa, tu sonrisa. Ni las tundas pudieron resistirse ante ella.

 

ASÍ NOS ENSEÑASTE QUE EL AMOR ES LA ENERGÍA MÁS PODEROSA QUE POSEE CADA SER HUMANO. GRACIAS POR TANTO.

Aquí estamos y aquí nos quedamos, por siempre.

 

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