CALOR, DESASTRES Y EXTINCIÓN
Omaira Sáchica
La ola de calor actual sigue dejando muertos en el hemisferio norte, mientras en otras partes como en Quetame, Cundinamarca, las lluvias ocasionan deslizamientos de tierras que sepultan más de 25 personas; son desastres provocados por la depredación humana.
El capitalismo ha fomentado la sobre industrialización y la expoliación desmedida de los bienes naturales; esto generó una catástrofe humanitaria y ambiental con impactos directos sobre los fenómenos climáticos, como se ha venido observando durante los últimos años, olas de calor, destrucción del permafrost, inundaciones, entre otros. Estamos cruzando puntos de inflexión asociados con partes críticas del sistema terrestre, desde luego todo ello se constituye en evidencia científica de que nos acercamos aceleradamente al inminente colapso del planeta y sus especies.
Los Gases de Efecto Invernadero (GEI) están presentes en la atmósfera y no son un problema dado que son imprescindibles para mantener la temperatura del planeta; sin embargo, la sobre industrialización y expoliación desmedida de los bienes naturales han incrementado los GEI [1] naturales, lo que ha desencadenado el incremento desmedido del Calentamiento Global (CG), que a su vez es la principal causa del Cambio Climático (CC), que es generada por las emisiones masivas de gases nocivos y cambios en el uso del suelo, como la deforestación, la erosión y la extinción de canales freáticos.
Las olas de calor y el inicio de la extinción
Los expertos afirman que los récords de temperatura que se han roto estas pasadas semanas durante el verano boreal, aunque se habían proyectado, están llegando más rápido de lo esperado. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) afirma que, “el calor extremo no da tregua en el hemisferio norte y podría tener consecuencias mortales si la población no toma las debidas medidas de protección, lo que es peor, aún seguimos sin tomar medidas radicales que frenen el Calentamiento Global” [2].
La temperatura mundial promedio alcanzó los 16,89 °C el lunes 3 de julio y superó los 17 °C por primera vez el 4 de julio, y el 5 de julio superó los 17,05 °C; aunque es preocupante la temperatura atmosférica -es la que percibe más fácilmente la población-, son los océanos los que acumulan más calor, en el Atlántico Norte se registran temperaturas por encima de los 5 °C; Daniela Schmidt, profesora de Ciencias de la Tierra en la Universidad de Bristol, afirma que, “atravesamos una ola de calor categoría 4, temperaturas tan anómalas en esta parte del Atlántico Norte son inauditas, y traen consecuencias desastrosas sobre los fenómenos meteorológicos marinos” [3]. El aumento de las temperaturas oceánicas, incide directamente en la formación de fenómenos climáticos extremos, como huracanes, ciclones y tormentas tropicales, entre otros, además, genera migración y extinción de especies marinas y deshielo de los casquetes polares y el permafrost.
El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (Ipcc, por sus siglas en inglés) estima que el aumento de la temperatura (atmosférica y oceánica) se estabilizará cuando las emisiones de GEI alcancen el ‘Cero Neto’ o neutralidad climática; para que esto ocurra es necesario reducir drásticamente las emisiones de este tipo de gases.
Salvar el planeta implica cambiar el modelo económico
Los Cambios Climáticos actuales han generado un retroceso climático del planeta, según los expertos los niveles de dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera son los más altos de los últimos 800.000 años, alcanzando 419 partes por millón (ppm) en mayo de 2021, iguales a las presentadas durante la Era Cretácica (desde hace 144 millones de años hasta hace aproximadamente 65 millones de años).
El Cambio Climático es una consecuencia directa del modelo capitalista de producción, por tanto, es imposible detener la debacle medioambiental mientras no transformemos el modelo económico depredador, que devora los bienes naturales, lo que implica sustituir practicas consumistas por consumo básico, racional y con bajo impacto ambiental.
Es inaplazable un cambio de las políticas económicas y una verdadera política ambiental que salvaguarde el medioambiente, un nuevo modelo que no se centre en la acumulación de capital, y donde la preservación ambiental se convierta en un eje estratégico en armonía con el sistema productivo.